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“Cuando el poder ciega: entre la ostentación y el hartazgo ciudadano”

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Columna de Opinión – 16 de Septiembre


Por: Claudia Aguirre Yescas .


En medio de las fiestas patrias, con todo su colorido y fervor, es inevitable observar una realidad que parece pasar inadvertida para muchos políticos: la gente está harta. Harta del derroche, de los privilegios, de la desconexión que existe entre quienes gobiernan y quienes diariamente batallan para salir adelante.


Un ejemplo reciente es el de la diputada federal Diana Karina Barrera. Bastó una sola aparición en redes sociales para que la respuesta ciudadana fuera abrumadora… y no en un buen sentido. Comentarios agresivos, sí, pero sobre todo contundentes, dejando claro que su imagen pública cayó en picada con una sola acción. La memoria del electorado es larga cuando de descontento se trata, y en tiempos de redes sociales, un error cuesta caro.


Pero el caso de Diana Karina no es aislado. Varios funcionarios, tanto federales como estatales, han olvidado que las urnas son implacables. Lo que hoy es aplauso comprado con publicidad, mañana puede convertirse en rechazo silencioso pero letal.



El poder y el ego


Decía alguien que el poder ciega, y es cierto. Uno observa eventos oficiales y parece más un desfile de moda que un espacio de trabajo por y para el pueblo. Los más cercanos al gobernador —tres o cuatro funcionarios en particular— aparecen diariamente en redes sociales, sobreexpuestos, hasta con aires de intocables.


No es cuestión de edades; tanto los jóvenes como los de más experiencia caen en el mismo error: perder el piso. Creen que la imagen lo es todo, pero la ciudadanía ya no compra esa idea. Hoy, la gente exige resultados, no poses para la foto.


Publicidad y erario


Ojalá toda esa publicidad que inunda las redes provenga de bolsillos personales y no del erario. Porque si algo molesta a la gente es ver cómo se gastan recursos públicos para alimentar egos en lugar de atender la pobreza, la marginación y la inseguridad que golpean a Sonora y a México.


El mensaje es claro: la gente es inteligente, no olvida y, cuando llegue la hora de votar, pasará factura.


Arranco esta columna con la esperanza de abrir un diálogo con ustedes, lectores. Porque lo que ocurre en Sonora y en el país merece ser analizado sin filtros ni adornos. Las redes sociales no perdonan, pero la historia tampoco. Y en política, perder el piso es el primer paso para perderlo todo.


¡Felices fiestas patrias!

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